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Tras la grave crisis que vivió el Sella en el año 1956 cuando, tras una serie de problemas con la Federación Española de Remo, Dionisio de la Huerta anunció que al año siguiente no habría Descenso, pareció que la fiesta de las piraguas tocaba a su fin, pero sólo fue una pesadilla, ya que el Descenso había tomado tal importancia que era el patrimonio de toda una región y nadie podía detenerlo. En 1957, se erige el monolito del Sella, en el puente de Ribadesella, en el que se inscriben los nombres de los ganadores y de los principales records. Al acto de inauguración asistieron numerosas personalidades, destacando especialmente la presencia del vizconde de Benyer, embajador de Bélgica en España. También tiene lugar el I Rally de las Piraguas, organizado por la Peña Motorista de Barcelona, el Real Automóvil Club de Asturias y la Peña Motorista Asturiana, con salidas simultáneas desde Barcelona, Madrid, San Sebastián y Zaragoza.
Un año después, la grave crisis vivida por el Descenso es sólo un amargo recuerdo y la edición de 1957 destacó sobre las anteriores, ya que fue por primera vez radiado y rodado en el NODO. El ABC le dedicó su portada y calculó en más de 100.000 personas los asistentes al Descenso, a pesar de celebrarse en un día laborable. La inscripción lograda en esa edición del Descenso representa el doble de la conseguida hasta entonces en cualquier otra competición de piraguas celebrada en España. Los riosellanos Juan Miguel Feliz y José Luis Gutiérrez se imponen en la meta de Ribadesella y establecen un nuevo récord, con una hora y treinta minutos, por lo que reciben el Trofeo Torado.
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